viernes, 4 de septiembre de 2009

Venezuela, la metáfora de la gran familia

En las familias se repiten los personajes, el o la travies@ por no decir la oveja negra, el o la que no rompe un plato pero rompe la vajilla entera, el o la obediente, la mujer sacrificada o una libre pensadora que prefiere casarse después, si aplico perfiles o tipologías podría desglosar distintos tipos de caracteres o más bien patrones, y eso que no entraría directamente en el terreno de los arquetipos. En Venezuela cualquier complejidad de éstas quedó simplificada en si eres opositor(a) o chavista. Atrás quedaron aquellas descripciones de las abuelas, mi hij@ es la obediente, la aplicada y aquella la bonchona, rumbera (léase fiestera, la que no se pierde una fiesta pues), un@ es caraquista y el o la otra es magallanera (los eternos equipos rivales del béisbol en el país). Eso pareciera formar parte de la memoria histórica.

Desde la necesidad que se respiraba en el ambiente latinoamericano de una sociedad mejor, con políticas sociales equilibradas y justas, se ha consolidado una tendencia que más que conciliadora a mi juicio ha terminado siendo en algunos casos muy revanchista, y es lamentable porque realmente la equidad en latinoamérica es un tema que merece mucha seriedad en su tratamiento independientemente de la postura ideológica.

En Venezuela después de 10 años, se fueron poniéndo en la palestra los rencores de una lucha que en este siglo es simbólica: la del dominado vs el dominante y bajo esa premisa básica se arman todos los discursos, dividiendo a un país en quien está a favor de las mayorías y quien está a favor de las élites. En un territorio cuyo 80% vive en condiciones de pobreza, es comprensible por qué un discurso de esta naturaleza ha calado tanto y es difícil de olvidar. Los venezolanos llevamos en los genes siglos de opresión, pero paradojicamente también siglos cargados con ansias de libertad. Por lo que cualquier intento de opresión disfrazado puede convertirse en bumerang.

Porque volviendo a la metáfora de la familia, ¿a qué muchacho le gusta que le digan lo que tiene que ver, con qué puede jugar, cuándo puede protestar, que emisora de radio escuchar, qué color puede usar los días viernes, quién es realmente el amigo y quien no? A ningún muchacho le ha gustado, si obedece lo hace a regañadientes. Y qué padre es tan sobrenatural como para saber qué es lo bueno y lo malo así de absolutamente? Las regulaciones para el colectivo son importantes sobretodo cuando ese colectivo no ha alcanzado un grado de evolución que le permita existir sin aniquilarse los unos a los otros. El colectivo venezolano transita los caminos de la madurez psicológica como cualquier pueblo de este planeta, así que las regulaciones son hasta necesarias para su sobrevivencia. Pero el control en exceso nunca ha sido bueno para ninguna familia. Los padres desde la armonía y la salud saben que la única forma de convertir a sus hijos en ciudadanos responsables es desde la libertad. El despertar de la consciencia llega si hay libertad para elegir y seguir un camino propio. Un padre o madre controlador en exceso causa daños irreversibles en el crecimiento de su familia. El equilibrio es la clave porque estamos claros que un exceso de medalaganería que no es lo mismo que libertad, es igual de dañino.

Por ello para distinguir entre educación y control excesivo, la inclusión y el respeto por las diferencias son medulares. No es lo mismo decir que soy inclusivo , que hacerlo realmente así me disguste lo que él otro piense, así crea que no tiene la razón. ´

Lo interesante es que comparé a Venezuela con una familia, porque en el fondo aqui somos hermanos, nuestros origenes, nuestra memoria histórica no se puede cambiar por lo que hubiésemos querido que fuera. Por cierto es sólo una comparación porque también estamos claros que en políticas públicas hay líderes y no padres y madres, pero esta comparación es sólo una travesura.

Lo que somos HOY es producto de lo que cosechamos y aprendimos. Lo que seremos mañana depende de que tan armonioso construyamos nuestro presente, no se puede hacer políticas públicas con un discurso de revancha, de rabia por lo que creo en algún momento me dejé quitar, por qué los otros son los malos y mi bando es el bueno. Y aclaro, lo digo tanto para un lado como para el otro.

He insistido por esta vía en transitar caminos de encuentro y conciliación. Me atrevo a quitar las capas de cebolla para decir que, sacando las partes de revancha, odio, rabia, de irrespeto, la gente consciente del país (no sé si formo parte y tampoco soy la gran gurú para saber quien lo es y quien no) de cualquier ideología, credo o religión, en el fondo tienen un mismo objetivo.

La gente que cree en una construcción de propuestas inclusivas, sanas y conciliadoras, buscan la equidad, comercio justo, empresas socialmente responsables públicas o privadas no sólo porque tienen programas sino porque sus procesos de ser empresas lo son desde el empleado hasta el gerente. Pero esto implica un cambio, un estado de consciencia que sólo es posible citando al Ing Italo Pizzolante desde la libertad.


Como venezolana admito que quisiera que nos reconocieramos nuevamente como hermanos. Por eso quizás buscando que afloraran esos sentimientos, me atreví para la foto que publico hoy a juntar a una jovencita opositora y a una dama seguidora del Presidente Chávez a quienes vi en una de las tantas estaciones del metro en la capital. Ambas iban a manifestaciones diferentes, cada una desde su creencia, ataviadas una con el rojo en alusión al partido socialista unido de Venezuela y al comunismo y la otra con franela blanca y gorras alusiva a dos canales de Televisión muy criticados por el Presidente. Lo sorprendente fue que al inicio cada una tenía miedo de la otra, ¿querrá ella salir en esta foto conmigo?¿Para qué van a usar esta foto? Y finalmente cada una reaccionando como creo yo seguimos siendo verdaderamente en el fondo, sonrieron deseosas de compartir aunque sea por un instante la dicha sin peleas ni etiquetas, de ser simplemente miembros de una gran familia, simplemente venezolanas.

1 comentario:

José Bernardo dijo...

Coincido, una vez más, con la excelente reflexión de Anaiz. La comparación con la familia me parece muy acertada, para presentar de una manera muy sencilla, la importancia de educar desde la libertad. Dice Anaiz: "Los padres desde la armonía y la salud saben que la única forma de convertir a sus hijos en ciudadanos responsables es desde la libertad." En la Escuela de la señorita Olga, Rosario, Argentina, se desarrolló en el periodo 1935-50 una extraordinaria experiencia, por la cual se promovió la conciencia social desde la libertad de acción y de pensamiento. No puede ser de otra manera, pues la solidaridad no se impone.