Tenía 8 años. Y me prometí a mí misma progresar. No sé desde
que perspectiva me comprometí a esto. Si
desde la ideología capitalista, humanista o socialista. No sabía de esas cosas.
Mis ancestros más remotos aborígenes, españoles rezagados, africanos, portugueses y hasta criptojudíos huyendo de la inquisión pagaron un alto precio para que yo naciera en
esta tierra de gracia.
Los ancestros más recientes andinos y falconianos son en sí
mismos una gran paradoja. Unos despojados de sus tierras hace dos siglos, otros
ganaron tierras al haberlas cosechado durante
lustros.
En todo caso se podría decir que en mi infancia me quedaba
claro aquello de que “venimos de abajo”. Mis abuelos maternos campesinos
obreros hicieron todo lo que mejor supieron para dar una mejor vida a las
nuevas generaciones.
Yo vengo de la generación del estudio, del mérito académico,
de sacar buenas notas “para ser alguien”.
Así que quería progresar para ser alguien. Viví en muchas casas
prestadas en la infancia tras el divorcio de mis padres. Mi obsesión era tener
una. Antes pensaba que por el simple hecho de contar con lo propio, pero ahora
sé que era para recordar aquella foto que tenía a los 5 años en mi cabeza, la
única en mi mente con mi papá y hermanos
juntos bajo un mismo techo.
Trabajé duro, estudié mucho. Dejé un pueblito para venirme a
una gran ciudad con la convicción de “ser alguien”. Eso me inspiraba. Poder
apoyar a mi familia que no la había pasado bien según mi forma todopoderosa de
ver las cosas y sobre todo para apoyar a mi mamá a quien parece que vi muy
vulnerable en la infancia y a quien quería salvar de la desdicha. Válgame mi
mamá era la grande y yo la muchachita queriendo cargarla. Ella siempre tan sabia me tuvo y me sigue teniendo tanta paciencia.
Cada año trabajaba y me esforzaba más. Un día llegó la
vivienda propia, la independencia financiera, pero emocionalmente tenía muchos
vacíos que nada material puede llenar, pero
bueno lo material de alguna manera compensaba momentáneamente. Viajé,
conocí, logré muchas cosas, entre ellos coleccionar títulos académicos para “ser
alguien”. Era alguien por mis notas y méritos, pero en mi lado de pareja era
muy infeliz. Un buen día me quedé en una muy sencilla vivienda propia muy lejos
de mi lugar de trabajo, en colas interminables para llegar, con un divorcio en
puertas e hijos que mantener en medio de una crisis política y social en mi
país. No sabía exactamente que era el progreso.
Yo ligaba al progreso únicamente a la vivienda, al auto de
agencia, a los últimos adelantos tecnológicos, a los viajes y el confort. Yo
quería todo eso, pero aún todo eso se alejaba como los espejismos. Mientras más
corría , todo se borraba o alejaba. No sé si por la inflación o por la tristeza
de no encontrar el hogar que anhelaba tener y que no llegaba.
Entendí que todo era cuestión de creencias. Si me conectaba
a las más positivas mi vida podía dar un giro importante. Fue una locha que me
cayó justo a tiempo.
Me divorcié, crecí, sané heridas , liberé memorias tóxicas,
integré. Disfruté de mi soltería y al mismo tiempo de mi matrimonio conmigo
misma.
Un buen día entendí que el progreso como lo había conocido
no era progreso. Que el único progreso real es el despertar de consciencia. El
crecimiento interno que te hace feliz aquí, en el país más rico o en el más difícil.
El tiempo pasó e inspirada
en mi progreso interior llegó el Amor, un hogar, un jardín, más hijos. Logré el
tan anhelado tesoro: sorprenderme por los detalles más sencillos a cada minuto.
Ahora resulta que según los expertos económicos, sociales,
políticos, y como dan cuenta los sucesos que ocurren en esta tierra el país va
mal. 1.6 millones de venezolanos se han
ido a otros horizontes en los últimos 10
años cuando anteriormente éramos un país receptor. La gente huye despavorida.
En ocasiones entro en esa energía de desesperación, ¿será
que uno se va, se queda? ¿Y pa onde agarra uno? ¿Desde qué energía? me pregunto
Hago trabajos que me gustan ahora mismo, amo mi país, veo a
tanta gente talentosa siendo creativos para permanecer. Veo gente que no se
puede ir, y con un dejo de aceptación hacen lo mejor para hacer de su estadía
una agradable y positiva. Veo las guacamayas al amanecer y al atardecer azules
con el pecho amarillo, flores del trópico, mucho verde. Un clima único. Veo el
alma de la gente buena. Veo a las personas que aún creen en lo bueno, que aún
tienen esperanza. Por esto digo con Amor en mi corazón: si aquí puedo aportar a
la Paz entonces aprenderé a hacerle frente a los obstáculos en vez de huir.
Progreso para mi es servir, aportar, crear , amar y yo estoy
haciendo todo eso justo ahora. Este es el paraíso para mí. Hay muchos niños,
adolescentes, familias hermosas aquí mismo.
Veo gente que pudiéndose ir no se quiere ir porque Venezuela
es más que la tierra, somos nosotros. Y si nosotros no hacemos nada por
transformar lo negativo en positivo aquí no pasa nada o pasa todo.
Digo con convicción, aquí también pasan cosas buenas. Estoy
cansada de que el único tema sea un gobierno u otro. Que sea una ideología u
otra. Aquí ya existe una tercera vía, aquí hay gente haciendo cosas únicas, originales, positivas. Aquí hay una tierra prometida. Uno
lanza una semilla de mango y allí usted verá su mata, porque esta tierra es
fértil, buena.
La tierra no es la culpable. Cada quien es el responsable de su destino. Usted es el
responsable de sólo concentrarse en lo horrible y de lo que crea a cada
instante en su película.
No se trata de taparnos los ojos, se trata de aportar
soluciones. Existe el poder de Uno y
existe el poder de muchos. A mi me gusta juntarme con la gente que en medio de
los obstáculos siembra una planta y ve sus frutos buenos. A mi me gusta
juntarme con la venezolanidad pese a los momentos difíciles. A mi me gusta
juntarme con la gente que cree que siempre hay un para qué y que no la detiene
nada.
Yo sé que todo lo que sucede es para algo mejor en el
futuro. Hoy estamos aprendiendo a valorar cada detalle, la vida, la familia.
Estamos aprendiendo algo invalorable, a ser discretos y
modestos con el uso de los recursos, a
valorar el agua, la electricidad, la comida.
A ser generosos y compartir la harina pan que te queda con el
vecino. A comprar pañales para los hijos de otros y el champu de bebé para aquella
conocida que no lo consigue. A comprar leche para el señor que cuida el
estacionamiento y medicinas para la
señora que limpia el edificio. Esto dejan
las crisis, aprendizajes de consciencia. Independientemente de que sea injusto o no lo que pasa, uno elige aprender de lo que nos sucede.
Yo no sé si son ideas mías, y estoy clara que no es normal
este desabastecimiento . Pero cada vez que doy, recibo. Hay una enseñanza en
todo esto que vivimos que nos va a transformar en un país mejor en el futuro.
Aprendí a encontrar champús hechos a la medida en las
tiendas naturistas, descubrí que bajo de peso cuando raciono la mayonesa, el aceite, el azúcar y
la mantequilla. Descubrí a decenas de venezolanos ofreciendo sus productos
artesanales para sustituir a marcas que ya no llegan. Descubrí la harina de trigo integral, aprenderé a hacer pan casero, me divierto creando.
Me gustaría que fuera diferente, que todos tuviésemos más
libertad de elegir, pero yo no tengo injerencia en las políticas públicas ni
macroeconómicas. He opinado, he dicho. Hay cosas que han cambiado, algunas
cosas se han detenido, otras siguen aparentemente igual y para algunos peor.
Me junto con la gente que construye la Paz sin importar su
credo, género, opinión porque nos une el
respeto por la vida, sonrío con ellos, veo los frutos, los saboreo. Si mi paso
por esta tierra tiene un sentido, sin duda en este momento es hacer la
diferencia cuando la gente cree que no es posible. Si te sirven de algo estas palabras: Si aquí es
que te puedes quedar, deja de estar en
otra parte en tu mente. Estar aquí anhelando algo que no puedes lograr ahora
como irte, es estar sin alma aquí.
No estás disponible y por eso la tierra no
te siente. Vive y vibra en positivo, 100% disponible.