jueves, 16 de octubre de 2014

“Cuando todos quieren irse y yo quiero quedarme”


Tenía 8 años. Y me prometí a mí misma progresar. No sé desde que perspectiva  me comprometí a esto. Si desde la ideología capitalista, humanista o socialista. No sabía de esas cosas.
Mis ancestros más remotos  aborígenes, españoles rezagados, africanos, portugueses y hasta criptojudíos huyendo de la inquisión  pagaron un alto precio para que yo naciera en esta tierra de gracia.

Los ancestros más recientes andinos y falconianos son en sí mismos una gran paradoja. Unos despojados de sus tierras hace dos siglos, otros ganaron tierras al haberlas cosechado durante  lustros.
En todo caso se podría decir que en mi infancia me quedaba claro aquello de que “venimos de abajo”. Mis abuelos maternos campesinos obreros hicieron todo lo que mejor supieron para dar una mejor vida a las nuevas generaciones.
Yo vengo de la generación del estudio, del mérito académico, de sacar buenas notas “para ser alguien”.

Así que quería progresar para ser alguien. Viví en muchas casas prestadas en la infancia tras el divorcio de mis padres. Mi obsesión era tener una. Antes pensaba que por el simple hecho de contar con lo propio, pero ahora sé que era para recordar aquella foto que tenía a los 5 años en mi cabeza, la única  en mi mente con mi papá y hermanos juntos bajo un mismo techo.

Trabajé duro, estudié mucho. Dejé un pueblito para venirme a una gran ciudad con la convicción de “ser alguien”. Eso me inspiraba. Poder apoyar a mi familia que no la había pasado bien según mi forma todopoderosa de ver las cosas y sobre todo para apoyar a mi mamá a quien parece que vi muy vulnerable en la infancia y a quien quería salvar de la desdicha. Válgame mi mamá era la grande y yo la muchachita queriendo cargarla. Ella siempre tan sabia me tuvo y me sigue teniendo tanta paciencia.

Cada año trabajaba y me esforzaba más. Un día llegó la vivienda propia, la independencia financiera, pero emocionalmente tenía muchos vacíos que nada material puede llenar, pero  bueno lo material de alguna manera compensaba momentáneamente. Viajé, conocí, logré muchas cosas, entre ellos coleccionar títulos académicos para “ser alguien”. Era alguien por mis notas y méritos, pero en mi lado de pareja era muy infeliz. Un buen día me quedé en una muy sencilla vivienda propia muy lejos de mi lugar de trabajo, en colas interminables para llegar, con un divorcio en puertas e hijos que mantener en medio de una crisis política y social en mi país. No sabía exactamente que era el progreso.

Yo ligaba al progreso únicamente a la vivienda, al auto de agencia, a los últimos adelantos tecnológicos, a los viajes y el confort. Yo quería todo eso, pero aún todo eso se alejaba como los espejismos. Mientras más corría , todo se borraba o alejaba. No sé si por la inflación o por la tristeza de no encontrar el hogar que anhelaba tener y que no llegaba.

Entendí que todo era cuestión de creencias. Si me conectaba a las más positivas mi vida podía dar un giro importante. Fue una locha que me cayó justo a tiempo.
Me divorcié, crecí, sané heridas , liberé memorias tóxicas, integré. Disfruté de mi soltería y al mismo tiempo de mi matrimonio conmigo misma.

Un buen día entendí que el progreso como lo había conocido no era progreso. Que el único progreso real es el despertar de consciencia. El crecimiento interno que te hace feliz aquí, en el país más rico o en el más difícil.

El tiempo pasó e inspirada en mi progreso interior llegó el Amor, un hogar, un jardín, más hijos. Logré el tan anhelado tesoro: sorprenderme por los detalles más sencillos a cada minuto.

Ahora resulta que según los expertos económicos, sociales, políticos, y como dan cuenta los sucesos que ocurren en esta tierra el país va mal.  1.6 millones de venezolanos se han ido  a otros horizontes en los últimos 10 años cuando anteriormente éramos un país receptor. La gente huye despavorida.

En ocasiones entro en esa energía de desesperación, ¿será que uno se va, se queda? ¿Y pa onde agarra uno? ¿Desde qué energía? me pregunto


Hago trabajos que me gustan ahora mismo, amo mi país, veo a tanta gente talentosa siendo creativos para permanecer. Veo gente que no se puede ir, y con un dejo de aceptación hacen lo mejor para hacer de su estadía una agradable y positiva. Veo las guacamayas al amanecer y al atardecer azules con el pecho amarillo, flores del trópico, mucho verde. Un clima único. Veo el alma de la gente buena. Veo a las personas que aún creen en lo bueno, que aún tienen esperanza. Por esto digo con Amor en mi corazón: si aquí puedo aportar a la Paz entonces aprenderé a hacerle frente a los obstáculos en vez de huir.

Progreso para mi es servir, aportar, crear , amar y yo estoy haciendo todo eso justo ahora. Este es el paraíso para mí. Hay muchos niños, adolescentes, familias hermosas aquí mismo.

Veo gente que pudiéndose ir no se quiere ir porque Venezuela es más que la tierra, somos nosotros. Y si nosotros no hacemos nada por transformar lo negativo en positivo aquí no pasa nada o pasa todo.

Digo con convicción, aquí también pasan cosas buenas. Estoy cansada de que el único tema sea un gobierno u otro. Que sea una ideología u otra. Aquí ya existe una tercera vía, aquí hay gente haciendo cosas únicas, originales, positivas.  Aquí hay una tierra prometida. Uno lanza una semilla de mango y allí usted verá su mata, porque esta tierra es fértil, buena.

La tierra no es la culpable. Cada quien  es el responsable de su destino. Usted es el responsable de sólo concentrarse en lo horrible y de lo que crea a cada instante en su película.
No se trata de taparnos los ojos, se trata de aportar soluciones.  Existe el poder de Uno y existe el poder de muchos. A mi me gusta juntarme con la gente que en medio de los obstáculos siembra una planta y ve sus frutos buenos. A mi me gusta juntarme con la venezolanidad pese a los momentos difíciles. A mi me gusta juntarme con la gente que cree que siempre hay un para qué y que no la detiene nada.

Yo sé que todo lo que sucede es para algo mejor en el futuro. Hoy estamos aprendiendo a valorar cada detalle, la vida, la familia.
Estamos aprendiendo algo invalorable, a ser discretos y modestos  con el uso de los recursos, a valorar el agua, la electricidad, la comida.  A ser generosos y   compartir la harina pan que te queda con el vecino. A comprar pañales para los hijos de otros y el champu de bebé para aquella conocida que no lo consigue. A comprar leche para el señor que cuida el estacionamiento y medicinas para la 
señora que limpia el edificio. Esto dejan las crisis, aprendizajes de consciencia. Independientemente de que sea injusto o no lo que pasa, uno elige aprender de lo que nos sucede.

Yo no sé si son ideas mías, y estoy clara que no es normal este desabastecimiento . Pero cada vez que doy, recibo. Hay una enseñanza en todo esto que vivimos que nos va a transformar en un país mejor en el futuro.
Aprendí a encontrar champús hechos a la medida en las tiendas naturistas, descubrí que bajo de peso cuando raciono la mayonesa, el aceite, el azúcar y la mantequilla. Descubrí a decenas de venezolanos ofreciendo sus productos artesanales para sustituir a marcas que ya no llegan. Descubrí la harina de trigo integral, aprenderé a hacer pan casero, me divierto creando.

Me gustaría que fuera diferente, que todos tuviésemos más libertad de elegir, pero yo no tengo injerencia en las políticas públicas ni macroeconómicas. He opinado, he dicho. Hay cosas que han cambiado, algunas cosas se han detenido, otras siguen aparentemente igual y para algunos peor.

Me junto con la gente que construye la Paz sin importar su credo, género,  opinión porque nos une el respeto por la vida, sonrío con ellos, veo los frutos, los saboreo. Si mi paso por esta tierra tiene un sentido, sin duda en este momento es hacer la diferencia cuando la gente cree que no es posible.  Si te sirven de algo estas palabras: Si aquí es que te puedes quedar,  deja de estar en otra parte en tu mente. Estar aquí anhelando algo que no puedes lograr ahora como irte, es estar sin alma aquí. 
No estás disponible y por eso la tierra no te siente. Vive y vibra en positivo, 100% disponible.