viernes, 25 de enero de 2008

Las ojeras de mi gente bella



Me toca andar en carro, a pie, en metro, transitar en Caracas para hacer mis cosas y en ese camino veo a la gente, oigo las preocupaciones en las cuales muchos(as) coincidimos.



Nos toca ser compañeros(as) en el tráfico, en la búsqueda de alimentos(tenemos que compartir datos para saber donde hay leche, café, pollo, caraotas, papel higiénico, aceite de maiz), en el querer llegar rápido a casa para compartir con los seres queridos.


Y me detengo en este último punto porque esta semana vi a mi bebé tan cansado y frustrado por llegar a casa y descansar que no puedo entender como gran parte de los humanos podemos pasar parte de nuestro tiempo queriendo hacer algo que debería ser vital.


Pienso que ya se hace urgente revisar los horarios laborales a la luz de una nueva realidad. No es posible dedicar una hora o a lo sumo dos para compartir con nuestros hijos(as). ¿ Qué clase de sociedad estamos construyendo?. La base del desarrollo es la gente, no hay de otra. Un empleado feliz, con energía piensa mejor, soluciona mejor y si no somatiza.

En Europa , especificamente en España, hay campañas a favor de estar a las 6 en casa. Aqui rogamos que al menos podamos llegar a las 7:30 de la noche, de contar con margen de tiempo suficiente para tener vida social, recrearnos y para ir a atender nuestra salud. Hubo un tiempo en el que solíamos llegar a las 6 de la tarde o antes, y no hablo de 1950 hablo de 1996 o quizás un poco después.

En la ciudad existen más de 300 mil automoviles más circulando desde el 2006. Hay al menos 11.000 unidades de transporte público, muchos están en mal estado y se accidentan. Más de 1.500.000 personas usan el metro diariamente, sin embargo, el sistema está colapsado. Caracas requiere una solución urgente. Y mejor no hablemos de los vendedores informales porque pese a los esfuerzos nos debatimos entre el derecho al trabajo y la fluidez petaonal, vehicular y espacios ordenados para la ciudad.

Cuando voy saliendo del edificio para ir al trabajo, me conmueve el llanto de los más pequeños. Están cansados(as), deben madrugar para llegar a sus guaderías y escuelas.

Y de regreso es la misma historia. Allí van con esas ojeritas que no olvido, van en el metro, en las camioneticas(transporte público).

Estamos viviendo para trabajar aún cuando no lo meditemos, ni nos amarguemos más de la cuenta por eso , los(as) venezolanos(as) nos caracterizamos por buscarle el lado positivo a todo y mantenernos optimistas, sino lealo en el Libro Guiness "somos el pueblo más feliz de la tierra".

En medio de las colas, especialmente de esas que parecen estar congeladas, hay quienes juegan dominó y otros que salen a conversar y colocan música, y no exagero en verdad.

Detrás de esa realidad están los derechos a ser humanos, a VIVIR, a conectarnos con lo que es realmente trascendente.

Aqui es famoso mi colega Alejandro Cañizales quien consiguió el rol de su vida, al aceptar andar en helicóptero para una emisora de radio y orientarnos cada día sobre tamaños, perfil, dimensiones, anécdotas y particularidades de las colas caraqueñas. Alejandro es el gran fiscal, el ojo que todo lo ve. Él sabe cuántos huecos hay, cuantos semáforos dañados existen en la ciudad y hasta cuánto se demoran los funcionarios de tránsito terrestre en acudir a un choque.

Por supuesto con ese ánimo que caracteriza al venezolano, disfrutamos el programa de las colas y hasta los niños y niñas son fans.

Claro hay realidades más dificiles para algunos otros(as) los de menos recursos que además del tráfico, deben sortear cientos y cientos de escalones y bajar del cerro hasta una primera parada. Allí hacen cola para tomar un rústico y llegar a una segunda parada de autobús en la que pueden pasar largo tiempo esperando un transporte. Si madrugaron, con suerte pescarán un autobús e irán sentados, sino les tocará viajar parados o llegar muy tarde. Muchos(as) después de esta travesía deben tomar el metro, gastan gran parte de lo que ganan para costear este largo peregrinar y llegar al trabajo.


Los padres actuales están casi que educando a nuestras futuras generaciones en una cola y a ratos. No es posible tanta ojera, tanto cansancio, tanto adaptarnos a reducir el tiempo con la familia.

En las clases de educación ciudadana y en las de moral, recuerdo que nos repetían y repetían:

"La familia es la base de la sociedad". Pero a estas alturas muchos en Caracas nos conformamos con ser familiares virtuales, o estrenar el término " familias en cuatro ruedas".

sábado, 19 de enero de 2008

Non Siamo Soli






Hay momentos en los que me siento sola. No por falta de compañía o por incomprensión.

Es quizás por lo dura que a veces se torna esta pasantía y porque en ocasiones creo que ando desperdigada.


Entonces recuerdo que somos muchos(as) en el mismo camino.
Venimos de un mismo tronco pero han pasado ya tantos miles de años, y creemos que sólo por eso, no existe nexo con el vecino(a). Que eso de ser "hijos de la tierra" es pura tontería.

Y por olvidarnos de nuestros nexos ancestrales, se cometen abusos no sólo contra nuestros hermanos(as) sino contra la madre natura que también es parte nuestra o como bien relatan los legados aborigenes somos nosotros parte de ella.

Me duelen las injusticias, me entristece que la vida, ese milagro inmenso reflejo de que nuestro origen no es casual, sea tan poco valorado por una parte del mundo actual.

La globalización y la infaltable e inmediata conexión con los lugares y acontecimientos nos muestran como en un planeta se puede ser feliz e infeliz a un mismo tiempo. Paradójicamente las imagenes de un mundo donde se pierden cosechas porque no hay compradores contrastan con las de territorios secos y hermanos(as) contando los granos para comer.

Hay varias situaciones que me entristecen. Como las de los niños(as) que no tienen tiempo de ser niños(as) o las de tanta gente que ni siquiera tiene idea de lo que es vivir en paz.

Hay quienes pretender mover a cada ser como si fueran fichas de un ajedrez y creen además tener la potestad para designar a los peones y a los reyes. Creen tener el poder suficiente para determinar quien puede vivir y quien no, quien es gente de "primera línea" y quien de tercera categoría. Como si lo que estuviese a su alrededor fuese solo "naturaleza muerta".

Cada elemento de este planeta, cada humano, cada árbol, cada gota de agua, cada roca es un ser, esta vivo y responde a un movimiento universal, donde cada quien tiene un puesto esencial. Nuestros latidos y los de cada ser se parecen a los movimientos de la galaxia, contrayéndose y expandiéndose.

Pero uno ve en esta pasantía de todo. Quienes creen que a veces se debe mover a las personas como fichas por razones "éticas", porque creen tener la verdad absoluta y entre tanta lucha de verdades, muchos salen con el corazón herido. Y cuando el corazón está herido puede venir el resentimiento y generar un ciclo de disputas que solo el Amor es capaz de sanar.

Apelar al Amor, es un acto de suprema valentía. En un mundo donde los que creen en el Amor son vistos como débiles, vivir en Amor va unido a la fe y fortaleza.

Pero no se sientan menos amorosos si por alguna razón han cometido errores. Yo misma me he visto moviendo a las personas como fichas de ajedrez, a veces de modo inconsciente y lo que es peor a veces de modo consciente. Eran otros tiempos en los que ser competitivo era sinónimo de cortar rabos y orejas sin mirar atrás.

Porque muy diferente es enseñar e intercambiar con el resto de un equipo para lograr las metas que imponerse.

Nos imponemos porque creemos ser los dueños de la verdad. Y cada quien tiene su Verdad. Hay modos y caminos para andar esta pasantía, distintos estilos. La guía para saber si estamos en la línea correcta es para mi sin duda el respeto por uno mismo, el respeto por el otro, el respeto a la VIDA, en pensamiento, la palabra y acción.

Andando este camino de conexión con la VIDA me he topado con otros(as) que también creen que el Amor es la ley fundamental de este universo. Que venimos a aprender a Amar porque no hay mayor tesoro que aquel que nos hace trascender y evolucionar. Amar es un proceso único, un acto grande y valiosísimo y encontrar personas que lo comprendan y de las cuales aprender sin dobles caras o subterfugios, es una recompensa. Aunque podemos aprender también de aquel que opina diferente y a veces hasta aprendemos más. Lo que no deberíamos hacer es anclarnos en discusiones que nos desgasten o en creer que si eliminamos al otro o eliminamos su modo de pensar estaremos más tranquilos. Justamente eso es lo contrario del Amor. Por eso prácticarlo no es tan fácil, y es un acto de nobles caballeros y damas.

No estamos solos(as). Y mientras reforcemos que se trata de un grupo más grande de lo que podamos creer y que además se multiplica a cada segundo, la esperanza crece para las transformaciones que se vienen dando en este planeta, para revitalizar y recordar los nexos que nos unen.



No existen distancias ni tiempo
Lo que crees que es como lo ves, es relativo
Sólo el Amor es absoluto

Sé valiente
Cuando crees que no puedes más
Cuando pienses que no vale la pena esta pasantía
recuerda, estamos juntos(as) en este camino

Aunque no nos veamos a diario
estamos caminando el mismo sendero
El latido es el mismo
vivelo, siéntelo, esa es más que una señal


Es la señal de cada ser, de cada espíritu, de cada alma
Esta pasantía es un eslabón
de una gran travesía
de un viaje que va más allá de las estrellas


Esta es sólo una estación a la que a veces regresamos
cuando aún no estamos listos(as)
Y como en cualquier visita
hay que ser cuidadoso(a) con las cosas que nos prestan o regalan
entendiendo que apegarnos a ellas no sirve de nada
porque en otras estaciones no las necesitamos

Trascendemos estos espacios

por lo que vivir en armonía, es más que una esperanza

Es la meta, el camino que nos asegura un futuro más tranquilo


Caminar entendiendo que podemos buscar un sentido

en medio de tanto desbarajuste

a veces es duro, pero podremos hacerlo

porque estamos juntos(as)





Anaiz Quevedo

martes, 15 de enero de 2008

La Vida es el arte del encuentro


Hoy por regalo de cumpleaños recibí de mi amiga Beatriz, este hermoso escrito inspirado en la prosa de Facundo Cabral. Me pareció tan hermoso que deseo compartirlo.


Como los budistas,
sé que la palabra no es el hecho.
Si digo manzana,
no es la maravilla innombrable que enamora el verano
Si digo árbol, apenas me acerco a lo que saben las aves
El caballo siempre fue y será lo que es,
sin saber que así lo nombro.


Sé que la palabra no es el hecho,
pero sí se que un día
mi padre bajó de la montaña
y dijo unas palabras al oído de mi madre…


Y la incendió de tal manera
que hasta aquí he llegado yo,
continuando lo que mi padre
comenzó con algunas palabras.


NACEMOS PARA ENCONTRARNOS:
LA VIDA ES EL ARTE DEL ENCUENTRO.

Encontrarnos para confirmar
que la humanidad es una sola familia
y que habitamos en un país llamado “Tierra”.


Hay tantas cosas para gozar
y nuestro paso por la Tierra es tan corto,
que sufrir ...
es una pérdida de tiempo.


SOMOS HIJOS DEL AMOR,
por lo tanto nacemos para la felicidad
fuera de la felicidad son todos pretextos-
y debemos ser felices también por nuestros hijos,
porque no hay nada mejor que recordar padres felices.


Además el Universo
siempre está dispuesto
a complacernos,
por eso estamos rodeados
de buenas noticias.

Cada mañana
es una buena noticia.

Cada niño que nace
es una buena noticia.

Cada cantor
es una buena noticia,
porque cada cantor
es un soldado menos.

Por eso hay que cuidarse
del que no canta,
porque algo esconde.

Eso lo aprendí de mi madre
que fue la primera
buena noticia que conocí

Se llamaba Sara
y nunca pudo ser inteligente
porque cada vez que estaba
por aprender algo,
llegaba la felicidad y la distraía

Nunca usó agenda
porque sólo hacía lo que amaba
y eso se lo recordaba el corazón.

Se dedicó a vivir
y no le quedaba tiempo para hacer otra cosa.
De mi madre también aprendí que nunca es tarde,
que siempre se puede empezar de nuevo,

Ahora mismo,
le puedes decir basta
a la mujer o al hombre que ya no amas,
al trabajo que odias,
a las cosas que te encadenan,

a la tarjeta de crédito,
a los noticieros que te envenenan desde la mañana,
a los que quieren dirigir tu vida,
Ahora mismo le puedes decir basta al miedo que heredaste,
porque la vida es aquí y ahora mismo.
Caminando comprobé
que nos vamos encontrando con el otro,
lenta y misteriosamente


Porque lo que teje esta red revolucionaria
es la poesía.Ella nos lleva de la mano
y debajo de la luna,hasta los últimos rincones del mundo,
donde nos espera el compinche,
uno más,
el que continua la línea
que será un círculo que acabará el planeta.
Esta es la revolución fundamental,
el revolucionarse constantemente para armonizar con la vida,
que es cambio permanente,
por eso nos vamos encontrando
para iluminar cada rincón.


Que nada te distraiga de ti mismo,
debes estar atento porque todavía no gozaste la más grande alegría
Vacía la copa cada noche para que Dios
la llene de agua nueva en el nuevo día.

VIVE DE INSTANTE EN INSTANTE,
PORQUE ESO ES LA VIDA…

sábado, 5 de enero de 2008

La casa de los abuelos. El cofre perdido






Existen lugares que cobran vida sólo en los recuerdos. Porque son y existen con las energías de las personas que allí habitaron. Y cuándo éstas se van, las cosas no vuelven a ser las mismas.

La casa de mis abuelos es uno de esos sitios mágicos.

Cuando era niña, me encantaba estar allí, aunque ponía peros en el trayecto para arribar porque no me gustaba mucho salir de mi casa. Con herencia andina, el calor me ponia de mal humor, me producía mareos. Confieso que en mi infancia resulté un tanto viejina, por no decir achacosa. Mi madre que tenía que aguantar esta y otras singularidades, me daba un limón para que no me mareara más de lo debido en el viaje, que tampoco es que era tan largo.

Una vez llegaba, era la gloria. Aquella grama que en aquel entonces me parecía una sabana (muy extensa) fue el lugar de muchos juegos. El infaltable escenario de las chicas fotogénicas (como ya les conté, el alter ego, de mi prima Karelys, mi hermana Aliria y yo, tres fotógrafas detectives dispuestas a luchar por la justicia).

El murito de entrada, ese que era lo suficientemente largo (antes de que modificaran la cerca) para que fungiera como barra para gimnasia fue el espacio ideal para competir (cuando no éramos detectives) por una medalla olímpica.

El patio "de atrás" era también lo máximo. Allí mil historias de misterio se tejieron y se resolvieron también (no había misterio que las fotogénicas dejaran sin respuesta).

La casa de los abuelos además fue el sitio "donde nos iniciamos" en lo del "activismo político". Ibamos con las propagandas del candidato favorito de mi abuelo, y disfrutábamos de las caravanas.

Un árbol de cuji, muy viejo, fue el depositario de muchos de nuestros tesoros. En uno de sus hoyos, metimos un cofrecito con cartas testimoniales de la historia política (claro desde la óptica de unas niñas que apenas llegarían a los 10, fotos del candidato en cuestión entre otras cosas que ahora no recuerdo). Lo pusimos allí con la esperanza de que alguien lo encontrara siglos más tarde.

Allí hicimos con mucha ayuda nuestro primer papagayo (cometa) y verlo volar fue casi un delirio.

También supimos que al abuelo le encantaba el pan de guayaba porque lo escondía en su armario.

Aún lo recuerdo sentado en el sillón del porche, risueño casi siempre, algunas veces nostálgico. Todos los días recordaba a su gente en Los Andes, a sus hermanos y hermanas. Su mirada se iba a su tierra del alma.. También me parece aún verlo en el sillón de la sala viendo siempre el mismo canal de televisión. Yo sufría por eso, porque por mucho tiempo había en esa casa un solo aparato de TV, y como mi hermana y mi prima, fui fanática de Los Menudos (un grupo de cantantes puertorriqueños que hicieron películas y novelas que no pasaban por el canal que le gustaba a mi abuelo.., no todo era perfecto)

Mi abuela era muy espiritual. Oraba mucho. De hecho perteneció a una congregación de la comunidad. Visitaba a los enfermos(as), trabajaba por los más necesitados. Siempre buscó unir a la familia. Cuando llegábamos siempre compartía lo que tenía, así fuese poco. Pan dulce, galletas y su estupendo chocolate caliente que nunca olvido.

Las navidades eran memorables. Que gentío se reunía allí los 24 , 30 y 31 de diciembre. Los 30 porque ese día mis abuelos celebraran su aniversario de bodas. Si mal no recuerdo llegaron a celebrar 60 años de casados, toda una proeza, a juzgar porque hoy día pareciera que abundan más divorcios que matrimonios felices. Mis abuelos tuvieron 11 hijos. Más de 34 nietos y unos 10 biznietos. Y la familia sigue y sigue creciendo. Y para remate cada uno(María Anaïs y Julio Antonio) provenían de familias numerosas, con las que por cierto seguimos en contacto.

Esa amabilidad de la gente andina, esa bondad, ese apego por la familia, los valores de respeto, fraternidad y apoyo constante son la mejor herencia que me legaron mis abuelos. Soy lo que soy(salvando las distancias de esos grandes seres claro) en gran parte por los ejemplos de dignidad, humildad y buena educación que ví en ellos.

Pero esta pasantía un día culmina y ya terminó creo yo para ellos. Primero se fue el abuelo y luego la abuela. Y con ellos la casa. En todas las familias pasan esas cosas de dividir la herencia, como si los deudos desconocieran que lo más importante no son los espacios físicos, sino los recuerdos que atesoramos. Pero la casa era grande y en una esquina bien ubicada así que después del dolor, fueron prácticos.

El Cují (árbol) fue cortado, porque la propiedad era tan grande que salieron dos casas. Sus nuevos dueños (aunque de la familia), pues hicieron los cambios de rigor. (por cierto uno es de una tendencia política de esas de este siglo XXI y el otro de la oposición, cosa curiosa).

Me enteré muy tarde sobre el árbol. Quería saber si el cofrecito estaba allí. Le pregunté ingenuamente a mi mamá si no habían encontrado algo "inusual". Me contestó que no. Me puse algo triste, esperaba que alguien en verdad lo descubriese siglos más tarde y se enterara como vivían los paraguaneros(habitantes de la Península de Paraguaná) de los 80.

Cada navidad rememoro la casa de los abuelos y agradezco a Dios por haberlos conocido, por haber vivido tantas cosas lindas en ese hogar. Por haber soñado e inventado tanto. Un día me sorprendí con la cámara en mano y entendí que los sueños pueden hacerse realidad, que los niños (as) tienen muy claro las herramientas que usarán en esta pasantía. Cuando por alguna razón me siento extraviada, basta con ir mentalmente a esa mágica casa, oler el guiso de las hallacas(distintas carnes hechas en harina de maiz y envueltas en hojas de plátano) con garbanzos, saborear el chocolate con galletas de soda, rezar el rosario con la abuela y reir un rato con el abuelo y entiendo que ése es el tesoro más grande, el que aún permanece en el Cují de mis recuerdos.



El Cofre del Cují

Bella sonrisa, oración constante
brisas del Torbes es su cantar

Del arado sus brazos hicieron la tierra
Sus manos sabían de cosechas
De maíz para pilar
De maíz para moler
De maíz para vender
De maíz para rogar

Y por no querer seguir rogando
y para huir de la pobreza
hicieron suyos los vientos Alisios
y el vaivén de los mechurríos

No más maíz que pilar
pero si 11 hijos para mantener
para educar, para soñar

Y vino la casa anhelada
la casa para María Anaïs
Con patio y porche
Sala de estar
y hasta con palomas para cuidar
Con las carcajadas de los nietos
los hurtos de pan de guayaba
y las cenas de diciembre

Aún les escucho en mis recuerdos
Dios te salve Reina y Madre....
dice mi abuela
y quisiera haber sido más atenta

Siglos de sabiduría condensada
herederos de culturas ancestrales
sencillos, de vida tranquila y simple

Ecos de Táriba, San Sebastian, Peribeca, Capacho
y Boca.

Vientos que retornan al origen
No más alisios.
En la puerta: Ismael, Chucha, Celerina, José, Eduardo
Lucinda... y por siempre ella.

No se pongan bravos si en el Cují
unas nietas traviesas
han dejado un cofre
Está lleno de historias, y hasta de esas estampitas
que para ustedes eran sagradas

Fuimos nosotras
las mismas, las del pan de guayaba....


Escrito por Anaiz Quevedo



Imagenes: piezas de Anne Marie Herrera (Árbol de la noche y Cují Azul), taller Caracola, Isla de Margarita, Venezuela