lunes, 11 de agosto de 2008

El tren de la vida. Tributo a Eduardo Camel Anderson

Ya lo decía en un posteo anterior, la vida es como un viaje en tren, con amigos que subieron años antes, subirán en la venidera estación, nunca lo harán o bajarán para tomar otros caminos.

Y hay amigos cuya pasantía en este planeta o plano termina y su energía queda, como una estela de lo que en esencia fueron y serán en los recuerdos.

Hace un año y un día, comencé a escribir en este blog producto de una de esas partidas. Un ser con 94 años de aventuras, anécdotas, nostalgias y los archivos en sus gestos, modo de ser y pensamientos de la Venezuela que fue, partió antes de lo esperado, o quizás justo cuando debía hacerlo, no lo sé.

Hoy nuevamente me enfrento al blog en una especie de duelo de palabras para centrarme más en los para qués que en los por qués de las despedidas. Y es que un joven comunicador, brillante, de esos como pocos, bajó del tren, y aún no lo creo. Sólo dedicó 35 años para hacer la diferencia. Con sus escritos acuciosos, su profundidad, su gran dosis de responsabilidad. Sabía ser solidario, con un contagioso sentido del humor, ético y hasta franco las veces que era necesario. ¿Para qué conocí a un ser como él?, ¿Qué tengo que aprender de esa presencia solidaria?


Su pronta partida me hace reflexionar nuevamente sobre lo trascendente en esta vida. En las cosas que hacemos y dejamos de hacer mientras viajamos en este tren. Este ritmo a veces estresante de la sociedad en que vivimos deja huella. Nuestros compañeros y compañeras de viaje están en los asientos contiguos, interactuamos con ellos, sabemos que van allí y un día cualquiera les toca quedarse y uno debe seguir.

Si la vida es el momento de existir, un instante a veces largo o demasiado corto, vivir parace ser la consigna. Eduardo hizo muchas de las cosas que quería hacer y eso en parte me tranquiliza.

El tren continúa, con Eduardo en los recuerdos, con la estela de su risa, su presencia, con su mirada siempre joven y sus acusiosas opiniones. Díficil para muchos es esta partida, sobretodo cuando este tren de la vida sigue a toda marcha, mostrando nuevas estaciones, gente que sube, gente que se detiene a observar los paisajes, gente que prefiere cambiar de tren o gente que como Eduardo finaliza su pasantía en este planeta de duros rigores y las más diversas experiencias.

Hoy lo despedimos, el grupo de amigos y amigas, sus fieles compañeros de redacción, sus amigos y amigas de siempre, aquellos quienes el destino les dio el honor de conocerle,con la nostalgia de aquellos que de otras latitudes y por el ritmo estresante y agitado del día a día no pudieron venir.

La gran lección nos las dio su madre, Edith quien secó mis lágrimas y las de muchos y nos dijo a todos y a todas "hay mamá Camel para rato, y trabajo por hacer". Nos hizo reir con su chispa mostrando de dónde exactamente Eduardo había sacado la suya, su "Chispagel", como solía decir . También supe de donde Eduardo había sacado su inolvidable sonrisa al conocer a su padre, un hombre tan sencillo y amable como él.

El tiempo se congeló por un momento mientras los periodistas de los distintos escenarios que él recorrió nos encontramos mientras le despedíamos. Fue un momento extraño pese a las cosas que nos toca ver cada día.

Pero la actitud de su madre y luego de una amiga en la oficina me hicieron entender que Eduardo no hubiese querido tanta tristeza. "Sintonizarnos en el canal positivo, hacer que su paso por este mundo, y en especial por este particular país, tenga trascendencia, fue el mensaje".

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