Hay un relato que aunque no recuerdo con exactitud, recuerdo su esencia. Procuro repetirlo en los momentos en los que siento que afuera todo anda muy enrevesado, tenso y complicado.
Una vez un Rey quiso tener un cuadro que reflejara la Paz por lo que pidió a los artistas de su Reino que pintasen obras con este motivo y así el escogería una pintura .
Decenas de artistas mostraron sus talentos y cuadros idílicos fueron exhibidos. Uno de un hermoso paisaje. Maravillosa arenas blancas, mares tranquilos de aguas apacibles y cristalinas pero el Rey no quedó convencido.
Otro cuadro mostraba un prado, lleno de verdor y el colorido de flores exquisitas y tampoco le convenció.
Otro con árboles y ríos y así muchos pero el Rey no daba con lo que estaba buscando.
Hasta que finalmente dijo: Éste es.
La gente de Palacio quedó muy sorprendida. Una tormenta, cielos oscuros, era lo que veían.
Se miraban unos a otros, sin poder entender.
Hasta que el Rey les dijo: ¿Por qué no se fijan bien en esta pintura?
Por más que lo intentaban nada veían. Un niño de las criadas lo vió muy de cerca y observó que en el bosque azotado por la tormenta había un árbol, y dentro del árbol un hoyo y dentro del hoyo una familia de pajarillos que unidos felices cantaban aguardando el cese de la tormenta.
"Esto es la Paz, comienza desde dentro", repitió el Rey. De nada sirve un Mar Tranquilo o una hermosa pradera si la Paz Interior no nos acompaña. La Paz interna es el mejor de los tesoros.
Justamente medito cada vez que puedo en este relato y procuro ejercitarme en la Ciencia de la Paz.
Al iniciar este blog "Pasantía en el planeta Tierra" me pregunté sobre la Razón de Venir y en un diálogo conmigo misma me respondí que era Amar. Añado que también es para ejercitarse como alma. Buscar la Paz, ese estado que nos hace tomar decisiones sabias, comprender lo que a veces parece incomprensible. Mientras más Paz hallemos dentro, más Paz encontraremos fuera.
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