Se fue. Ese hombre o mujer que te movía el piso. La relación se terminó. Aún teniendo la madurez para integrar la vivencia y entender que cada cosa tiene su espacio y tiempo, los miedos al fracaso se quedan con nosotros. ¿Cómo transformarlos y no arrastrarlos a una nueva relación? Nadie dijo que sería sencillo. Pero henos alli, haciendo gala de la sabiduría que nos queda tras darnos no una sino varias veces con la misma piedra y pretendiendo que somos literalmente otros.
La mala noticia es que las cosas no cambian de la noche a la mañana, la buena es que si cambiarán algún día. La clave: es que depende de nosotros.
Podemos buscar todas las excusas posibles, el otro es el culpable, yo no se por qué me pasa esto a mi. Transcurre el tiempo hasta que finalmente en el mejor de los casos, Bingo, nos transformamos, cambiamos la actitud, descubrimos el rol que estabamos jugando y decidimos no jugarlo más. Advierto sin embargo: hay un único rol sano: el que se vive desde la felicidad, el Amor, la Paz. parece fácil y nos cuesta entenderlo. La rabia nos roba toda las anteriores, y ésta viene del control de querer manejar las situaciones desde nuestra perspectiva sin respetar el tiempo perfecto, el orden natural de las cosas.
Nos empeñamos tanto en permanecer en una situación, que cuando nos preguntamos por qué rayos no somos felices no nos damos cuenta que justo la ruptura podría ser la antesala de esa felicidad que nuestra alma pide a gritos, porque el alma es sabia y a veces somos estrechos de mente y no comprendemos lo que en 360 grados es más que obvio.
A veces iniciamos una relación desde un nivel de consciencia y cuando avanzamos en ella, nuestras proyecciones y las de la pareja cambian. Repentinamente podemos quedarnos atrapados en situaciones tóxicas porque las proyecciones de cada quien ya no tienen nada en común.
Luego viene una nueva relación, y nos preguntamos ¿estaremos listos? Son tantas las dudas, los condicionamientos que francamente pareciera que nunca lo estaremos.
Hay que comenzar por lo más esencial, amarnos primero. Cuidarnos, querernos, respetarnos, honrar nuestro lugar sagrado, desde allí es más armoniosa la conexión con el otro. Si algo no funciona, se vuelve tóxico, hay que revisar que pasa con nosotros, desde donde estamos en la relación, que patrones estamos repitiendo, estamos siendo honestos y leales con nosotros mismos? ¿Estamos en el control y en la adicción al dolor? La vida no parte del drama, pero a muchos nos gusta quedarnos alli. Cambiando nuestra actitud, cambia el entorno. A veces hay que salir del confort y arriesgarnos para obtener resultados más acordes con lo que nuestro Ser está pidiendo.
Como leí alguna vez la Felicidad más que un destino, es una elección. Somos 100% responsables de lo que pensamos, decimos y hacemos. Entonces ya dejemos de echar la culpa a terceros. Manos a la obra, a iniciar el camino con otros ojos, con otra consciencia.
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